viernes, 10 de abril de 2015
DE LA INMORTALIDAD.
De la inmortalidad me han dicho muchas cosas, también del futuro, pero han sido incapaces de entender el pasado.
Mi persona. Por eso que han sido capaces de quitarme la inmortalidad de mis manos, matándome en el futuro, dando muerte cierta a mis descendientes, negándome mis propios hijos. Por eso además, no entienden mi pasado, no lo conocen, siquiera saben si yo soy realmente capaz de perpetuar la sangre, y quizás realmente no lo soy, quizás tienen razón.
Como tampoco conocen, lo dan por sabido, cuál es la verdadera perpetuidad, que es distinta de la muerte, pero sólo vive cuando ella ha llegado, porque ni nos nubla los ojos realmente, ni nos asfixia sin asco. Cuando ella llega, sueño. Sueño, como el buen samaritano, en encontrar al prójimo tirado en el suelo después de una pateadura, para que Dios recite en versos mi hazaña, mil veces planeada llegado el momento justo, de justicia celestial. Y tener mi propia biblia, para que un Gutemberg la imprima y Lutero blasfeme herejías sobre ella. La verdadera inmortalidad.
Sí, de la inercia de la vida, de la vacuidad, me han dicho pocas cosas. Porque tarde o temprano llega el ateo fanático, toma los nudos y los deshace, "la muerte no existe y Dios tampoco", invento miserable antropomórfico, y entonces todos nos ponemos a soñar en Dios y su muerte inexistente, la que nunca llega, porque sólo cerramos los ojos. Y soy como el pobre patudo que osó ser recogido por el buen samaritano, depositado en un hotel y pagado mi estadía: lo siento si ocupe mucho la piscina.
Y no me han dicho tantas porque es mucho lo que veo de ella todos los días, es como el futuro, lo vivo todos los días y de pronto fue pasado y ni yo sé cómo he llegado a tal inercia centrípeta que me empuja a querer salir, pero me mantiene dentro. Porque el futuro no importa.Sí, Dios existe sólo porque el otro imbécil dice que no existe y entonces si viene la muerte y no me importa, quizás dios no exista realmente. Mi vida no tiene sentido, al final que más dá recoger al caído si ni siquiera yo soy capaz de levantarme. Pero a pesar de todos, me levanto.
Del sueño. Y no recuerdo que he soñado, porque sólo yo puedo saber si algún día tendré que tenderme en el suelo, perder mi dinero, o perder de todas formas mi dinero y no recoger a nadie con mis manos, es más, él fue el culpable de haberme robado. Prefiero aún perder mi dinero, sabiendo en qué lo he gastado, así tengo conocimiento suficiente para saber en qué no gastarlo más, y aún perderlo de todas formas. Dios no existe y de todos modos recojo al pobre animal caído como si fuese hombre, mi sueño.
Y aunque no tenga ni hijos ni hijas, aunque mi sangre quede en mi cuerpo, se seque dentro de él en comunión eterna con la Tierra, soy perpetuo. La inmortalidad me han dicho, no viene de dios, dios mismo me lo dice, viene del hombre que no ve la fuerza centrípeta y sale de ella. Dios muere con él, la muerte muere con él... yo voy a verlo a su tumba.
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