Entrampado sin trabas y husmeando un sinfin de aromas, encerrado en una prisión de vanidad, estupidez y una pizca de cahuines baratos... en oferta.
Asfixiado, sin hambre, sin cariño, sin emotividad y rozando la no-vida enfrento esta etapa que no soporto, que me fustra, sentirme maniatado con todo aquello que aborrezco no mejora las cosas, las hace más hirientes, transforma todo en una danza infértil, flagelante y repulsiva. Las sonrisas, los saludos y cualquier otra manifestación externa de comunicación se hace insoportable, me quema las entrañas, me repugna superlativamente.
No quiero estar aquí, no quiero hablarles ni mirarles, no quiero desearles suerte y otras heces similares, no quiero estar aquí porque siento que me contamino, que comienzo a empequequeñecer con la amenaza inminente de la desaparición, sintiendome un poco más estúpido a cada minuto, mimetizandome con el entorno y ser un incapaz, sin juicio, sin razones, sin alma. Pero no me refiero al alma-sujeto ni el alma-religión, no alma-trascendente, sino que al alma-esencia, que no tiene porque ser cierta y que no requiere transformación para alcanzar la verdad ni pide ser conocida ya que siempre se manifiesta cuando le viene en gana y es capaz de romper bozales o camisas de fuerza, salvo cuando comienza a desconcoer su hogar, sus puntos cardinales, salvo cuando lo externo te transforma en extraño el alma-esencia decide partir... y no hay busto ni bajorrelieve, no hay pésame ni coronas de flores que valgan, porque ni siquiera quien la pierde se percata de lo ocurrido, no hay excepción, sólo mentiras, no hay vuelta atrás, sólo el eterno ademán torpe de un adiós no posible de cualificar, ya que lo cuantitativo ha desplazado semejantes apreciaciones, los números se han hecho cargo del todo, pero no de la ilusión pitagórica de entender a la divinidad, sino que responden a la ambición de mercado: vender y prostituir a la divinidad.
No me refiero a la divinidad de los clichés baratos como el hombrecioto clavado a un madero, o el viejito que mola y nos mira desde el cielo, ni siquiera el gordito bonachón que medita en loto, not! Me refiero a una divinidad que no pide sacrificios ni pena ni plegarias, que no amedrenta con castigos ni semejantes, me refiero al humano itself, un pequeño dios, un pequedi, que ha optado por desterrarse a sí mismo para descansar su propia carga en íconos exógenos, rancios, manoseados e inútlies.
Y sigo aún aquí, muy a mi pesar, rodeado de numeros recalcitrantes que no me afectan ni tientan, me mantengo aquí ignorando a mi alma-esencia libertina e infantil, arrebatada e irresponsable, me mantengo aquí por mi loco afán de ganarle una apuesta a la nada, para asegurarme que siempre tuve razón, que mis comentarios ácidos tenían razón de ser, para enfrentarme con temores e incapacidades varias que no he logrado neutralizar... cuando el objetivo logre alcanzar me daré el placer de mandar a la mierda no sólo al planeta, sino al mismisimo universo como corresponde, luego, seguir mi camino de pequedi, regocijarme en mi mismo, que la inquietud de sí llegue a sus anchas y vestida de fiesta recibiendola yo como una amiga extraviada en el tiempo y los recuerdos, brindaremos por el fracaso del cuantificado mundo que no alcanzó a cojerme, brindaremos por el ocaso que dará inicio a mi propio carnaval.