sábado, 19 de marzo de 2011

No puedo decirte adiós




Y qué sucede cuando, de manera efectiva, no existen palabras justas y ni siquiera cercanas para describir el pesar de despedidas inevitables?, para poder transmitir una amalgama de sentimientos y presentimientos poco doctos, poco claros?, cómo se hace para contener una avalancha de destellos, sombras y bofetadas?, cómo poder contarles de que trató mi epifanía constreñida e insensata?


¿Cómo? Si no hay lugares comunes donde poder escapar, no hay altares ni efigies milagrosas, no hay inspiración porque las musas seguramente deben estar fornicando con Atropos y sus hermanas, tampoco existe alguna fuente donde ahogarme con mi zozobra y retazos de pesadillas diurnas, urbanas... ni siquiera un no-lugar desarropado y estéril donde cobijar algún sueño fugaz.


De la liturgia. Siempre la misma cantinela en la cabeza, los mismos ritmos bucólicos, pastoriles, los mismos recuerdos y la hoguera en el centro, para la práctica habitual de masoquismo, no hay cruz morbosamente gore, ni salvador de nada, si quiera un don nadie divinizado, la hoguera solo arde alimentado por el beso que no debió ser, por la juerga mal parida y canalla que quitó el velo y avivó ese recuerdo de mierda...

Definitivamente no habrán nuevas ideas, afortunadamente, para mi mentalidad pueril, no habrán años nuevos que maldecir o abrazar, lo nuevo no tiene cabida en esta dinámica perenne y opa, el rito es todo: sustancia, éter, vida muerte, el rito es inmanente e intocable, es uno y es todo, como la imposibilidad aplastante de decirte "te amo"


De mentir descaramente. Si hubo un molde exacto o se debió a la mera casualidad, lo desconozco, vibrar un poco, hacerse el estúpido y ser amigos significó nada en un principio, en realidad, después tampoco significo algo, la tragedia se daba durante, entre líneas, con indirectas, entre tiempos falsos y ciertos, con mi demora y tu prisa, entre tu orden y mi desorden... Pero había algo que no calzaba, el engaño había llegado antes de yo haber desechado la posibilidad de compañía que no debí desear, entre tanto, entre copas comencé a engañarte: antes del beso, antes de la autotortura... tan efectivo fue el engaño que caí en las mismas redes con que decoraba las estancias de nuestras vidas, feedback positivo y el rito estaba impuesto, instalado como señor de putrefactos campos de batalla sin lides, sin presa y sin conquista...


Siempre esa sensación de ausencia, esa maldita hambre no saciada, una eternidad finita en el instante justo del silencio y el empleo ad-nauseam de los mismos conceptos.


La repetición al infinito. La misma cantinela, tu rostro y un vaso de whisky suelen parecerse demasiado y la jaqueca al ritmo de los tambores de batallas no libradas manosea tus cabellos en mi retina, no fuimos claros y fui la victima, seguí con el show y fui victimario cobarde atrapado sin más por la misma cantinela, tu rostro y la jaqueca son como tambores que manosean tu retina en mis cabellos no librados, el show de victima y victimario fue poco claro, la misma cantinela un vaso de whisky hizo sonar los tambores de una victima que escapa al ritmo de tu rostro claro, victimario, oculto al son de tambores cobardes, sin cabellos ni retina... la misma cantinela...

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