miércoles, 25 de septiembre de 2013

A mi madre


I
Y pensar que no hay semblante ni soma, no hay espanto ni hambre, sólo temor a caer en la monotonía del desencanto y uno que otro temblorcito nimio.

Pensar que estoy nuevamente aquí sentado, escalando torpemente el muro de la ortografía y tu juicio, acompañado por la misma brisa y los mismos gatos de siempre, ruidos externos e ideas febriles que quieren acunarse con el arrullo de un big bang atado a mi mejilla... suspiro y recuerdo la importancia de la papa en la cazuela y los vaticinios de mi madre que jamás fallan.

De mi madre. Es de aquellos seres en peligro de asfixia constante, una criatura de luz, un Jesús hecho hembra con el dolor de parir a cuestas  por la eternidad. Amiga y compañera de combates, escudera una del otro y uno de la otra. Mi madre, sirena herida que ahoga sus penas con un canto y una guitarra, soberana de tierras fértiles y áridas, buena samaritana que recogió a este despojo del eterno espiral de desdicha y zozobra. Ella, la del humor a flor de labios, la de la histeria desatada como caballos indómitos sobre terrenos de batallas ganadas, la de mirada profunda y perenne, Innana desvalida y protectora, diosa de mi destino... Atropos.

II

Madre, si tuviera que renombrarte
te llamaría arte, forma sublime,
comunicación con mi entorno y lo eterno,
lenguaje multívoco, ameba.

Si pudiese regalarte todo, te obsequiaría
el hilo de las Parcas para que tejas tu vida
al antojo de tus sueños irisados
y tus canciones epifánicas e inalcanzables.

Madre mía, madre del mundo,
te corono con cada dicha que haz entregado
y embalsamo tu cuerpo con cada lágrima
que haz vertido por nosotros, tus hijos.

Madre, la vida eres tú y generosa como eres
compartiste ese fuego cuan Prometeo
y de tu hígado nos alimentas sin desfayecer.

Dos las palabras que nos hacen uno:
Vida, yo hecho de tu carne y sangre;
muerte, tenemos lo eterno para ambos...
en realidad era sólo una palabra... 
la muerte para nosotros no existe.

III

Heredarás el universo y el pan para saciar tu hambre, tendrás mil lugares santificados donde honrar a tu Dios y un mundo entero para ver amaneceres... tu barquito sí llegará al mar ya que hará estallar la botella en la cual está apresado.

Tú me enseñaste que no hay ni mejor ni peor, sino distintos, que no hay bueno ni malo, sino opciones y que gracias a que te equivocas y te vuelves a levantar te puedo reconocer como alguien perteneciente a mi especie... somos uno con la Tierra, con nuestra amada gran madre tierra, y algún día volveremos a su seno, no sin antes desatarnos de nuestros cuerpos y extendernos al infinito y repetirte hasta el hastío que eres mi todo y mi nada.

¿y ahora qué? seguir con mi catarsis, saltar luego, contener la respiración y desaparecer en un giro antes de gritar una plegaria impía... cambio y fuera.

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