domingo, 11 de julio de 2010

Oda a un rincón





















Olvidado espacio no vacío,
ocultado por el adorno agridulce
que derrama plegarias ateas
y confesiones descuidadas e impías.

Espía involuntario omnisciente
de plasmados deseos insípidos,
espía de amores, odios y demases...
demases marturbados con oraciones.

Extraño prisionero descuajado
de sus labores condensadas
con expresión cúbica y lacónica,
con ánimo quieto y perenne.

Se derrama tu presencia y se pierde,
se contraen tus deseos y estallan.
Se plasma tu impronta en el cuarto
cerrado, barróco, cálido y agitado.

Danzas con los pensamientos nocturnos,
con tu red invisible atrapas sueños,
atesorándolos cual si fueran la inmortalidad
pálida y lejana, atrapada sin salida
en los labios del ser a quien amo.

Sigues ahí, callado y viejo,
como el vagón que ya nunca
ha de recorrer viejas melancolías
y que sin embargo, sigue recorriendo
la historia ácida de un país amnésico.

Siempre existes y no pareciera.
De cartón, mármol, concreto,
madera u otro material vistes,
acorde al quintil que corresponda.

Frotas tus ansias en el infinito,
sin perder, extrañamente o por azar
tu forma, tus colores y tu escencia
que caprichosa, sé que nunca ha de escapar.

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